Por Federación Nacional de Trabajadoras/es del Área Social- FENTTAS.
En Chile se define a los jóvenes como un grupo social clasificable por rango etario, asignando conductas o responsabilidades esperadas según edades, dejando de mirar el contexto del grupo social y por tanto sin reconocimiento su heterogeneidad. Se asume que el mundo joven se encuentra en tránsito preparándose para entrar en el mundo adulto.
Klaudio Duarte Quapper, sociólogo y educador popular, nos plantea como las organizaciones e instituciones sociales, tanto públicas como privadas, han mostrado incapacidad para responder a demandas y necesidades de estos grupos. Siendo relevante para que surjan maneras diferentes de plantear las necesidades y sueños desde los jóvenes, como formas de expresión propias. Esta falta de consideración hacia el mundo juvenil, genera tensión permanente de los y las jóvenes hacia su entorno. Desde aquí se comprende que niños, niñas y adolescente hayan sido quienes, en la historia más reciente del movimiento popular, hayan dado los primeros pasos, roto la estática y la haya vuelto cinética, iniciando un movimiento en cadena e impulsando a ser un Chile que ahora sueña despierto, como nos dice Javier Padilla dirigente de Sindicato Social Creativa.
La diferencia de los sectores ricos y empobrecidos es abismante, y ha genera en la población juvenil la sensación de rabia, de estar excluidos de este sistema neoliberal que provoca desigualdades históricas y que se han acentuado con la privatización y externalización de las responsabilidades del Estado, como el acceso a educación de calidad y gratuita, salarios dignos, atención en salud gratuita, pertinente y oportuna, acceso a vivienda, entre otros. La falta de acceso a todo lo mencionado por parte de niñas, niños, adolescentes y sus familias es una de los motivos que explica que los jóvenes se hayan tomado las calles.
Desde la sociedad hay un discurso criminalizador dominante respecto a las formas distintas de los jóvenes para expresar sus necesidades, y por tanto una desvalorización de sus planteamientos. Volvemos nuevamente a Duarte para para exponer como el posicionamiento de adulto como sujeto educador ante los niños, niñas y jóvenes, no permite llegar a plantearse la posibilidad de juntos construir comunidad. Este discurso dominante es el Estado chileno quien lo impone y lo ratifica, como lo hemos visto en el último tiempo, ante la rebelión social y política puesta en marcha por los jóvenes, el Estado ha tomado medidas ejemplificadoras para asegurarse que los jóvenes sigan el camino que desde el mundo adulto se ha creado para ellos y ellas. Es así, como nos plantea Javier Padilla, que muchos niños, niñas y adolescentes se encuentran privados de libertad por revelarse ante el sistema. En esta mirada del Estado encontramos una contradicción relevante en que los jóvenes son considerados inmaduros para pensar y proponer formas de hacer y actuar en la sociedad, sin embargo, son lo suficientemente maduros para ser juzgados y encarcelados por luchar.
Me tomaré nuevamente de las palabras de Duarte para plasmar la importancia de desplegar miradas caleidoscópicas hacia o desde el mundo juvenil, dejar de mirar desde la lejanía e imágenes estáticas, sumergidos en la oficina pública, ONGs, iglesia, etc. Hay que salir a las calles, vincularse con la juventud, leer sus formas de expresión.
Desde la Rebelión del 2019 las calles son un lienzo que refleja la nueva juventud en Chile, nos ha permitido acercarnos a su forma de mirar el mundo, a la manera en que lo proyectan. Está cambiando el relato impuesto, ya no vemos a los jóvenes como grupo desinteresado de lo que sucede, o sin ideales, más bien hay una compresión respecto al contexto social e histórico en que se han formado. Se abrió un camino de encuentro entre diferentes generaciones, y una valorización mutua del aprendizaje de esta interacción